04.11 – DE GREYMOUTH A LAKE MAHINAPUA – UN TROPEZON NO ES CAIDA




Me despierto en el hostel a las 7.30, la cama es increíblemente cómoda asi que deseo con todas mis ganas que al mirar por la ventana esté lloviendo tal como lo decía el pronóstico de ayer, así no me tengo que levantar y me puedo quedar toda la mañana en la cama. Pero para mi fortuna no llueve, aunque el cielo se ve amenazador y hay fuerte viento, augurando un día complicado. Dudo entre salir o no, pero en definitiva, pienso que el mal tiempo es inevitable y parte del viaje, no será ni la primera ni la última vez que me toque. Me levanto a desayunar, repito la receta de tostadas, Nutella y té, armo mi equipaje, me despido de un inglés que conocí ayer, y a las 9.30 ya estoy andando en la ruta. No van ni diez minutos de andar cuando se larga a lloviznar, nada fuerte pero lo suficiente para buscar refugio en una parada de bus. Al rato para de lloviznar, así que retomo la marcha, hago 20 minutos a buen ritmo, como siempre a la mañana tengo muy buena energía. Vuelve la llovizna, luego se transforma en una pequeña lluvia, y empiezo progresivamente a empaparme. Llego así a un puente de un solo carril, por el cual además pasan las vías del tren. Hay personal de tránsito dando paso a uno y otro carril, así que charlo con el de las señales hasta que me da paso. Arranco la marcha y cuando cruzo las vías del tren que corren casi paralelas al camino, la rueda delantera se engancha en las vías, pierdo el control y me voy directo al piso, sin escalas. Aterrizo en el pavimento con el codo y cadera izquierda, el camión que viene atrás me frena a dos metros. Chequeo primero el cuerpo, un par de raspaduras, la manga del rompeviento rota, pero todo ok, deseo que no haya pasado nada con la bici porque se va al tacho el viaje en bici al cuarto día. Por suerte todo está bien, no se rompió nada, así que sigo pese a estar empapado, dolorido, aunque pese a todo pensando que podría haber sido mucho peor. De hecho, a los pocos metros de continuar empiezo a reirme, nunca antes me había caído de la bici, por ser la primera vez estuvo bastante bien. Lección aprendida: extremo cuidado con las vías y con la bicicleta en días de lluvia. Sigo andando y a los diez minutos paro en un cruce de rutas, el hecho de detenerme no hace más que enfriarme, así que decido retomar la marcha, haciéndolo a buen ritmo. Llego así a Hokitika, completando 40km en dos horas, caída incluída, nada mal. Estoy mojado y con frío, pero no cansado. Quisiera continuar, pero no me queda otra opción que refugiarme en el techo de un supermercado junto a la ruta. Me pongo algo de ropa seca, y espero sentado leyendo mi libro a ver si para un poco de llover. A la hora de esperar decido que es suficiente, sobre todo porque ahora sí tengo realmente mucho frío. Me voy así bajo la lluvia hasta un hostel, en donde me atiende un estadounidense de raíces mexicanas, así que charlamos un rato. Le pregunto si me puedo quedar un rato hasta que pare de llover, a lo cual me dice que sí. El hostel es una casa pequeña, tiene un living con hogar a leña, lo mejor que me podría haber pasado en ese momento. Caliento los pies que tengo congelados, pongo a secar mi ropa mojada, me cocino algo para comer, y con una taza de té caliente me siento plácidamente en un sillón frente al fuego, leyendo y viendo cómo afuera la lluvia y el viento no dan tregua. Converso con una alemana y una estadounidense. Me gana el sueño y me quedo plácidamente dormido leyendo mi libro. Pienso que es una lástima no poder seguir pedaleando hoy, aunque es imposible subirme a la bicicleta con ese clima, así que teniendo en cuenta que son casi las cinco de la tarde decido pasar la noche ahí. No pasa media hora cuando veo que para de llover, y que por ahí se asoma algún que otro rayo caprichoso de sol. No sé qué fuerzas se apoderan de mí y me arrancan de donde estoy sentado, pero en diez minutos ya estoy con todo el equipo cargado sobre la bici, agradeciendo al dueño del hostel por su hospitalidad y emprendiendo de nuevo la marcha sobre la ruta. Lamentablemente al poco de haber salido se larga a llover de nuevo, es ahí donde se me viene a la mente la pregunta de qué es lo que me hizo salir de la cómoda situación en la que estaba, bajo un techo, cómodo y cálido, acompañado de gente agradable, para pasar a estar solo arriba de la bicicleta, mojándome, con frío y cansancio, sin saber dónde voy a pasar la noche. Del mismo modo y a mayor escala, pienso qué es lo que me hizo elegir este viaje en bicicleta por sobre los cientos de otros viajes que podría haber hecho con el mismo dinero y tiempo. Empiezo a creer que es la adrenalina y el gusto a lo desconocido, el estar abierto y predispuesto al sinnúmero de experiencias que se presentan al ponerse en movimiento. Parece mentira la cantidad de cosas que llego a vivir en un día andando en bicicleta, a veces hasta me cuesta a veces recordarlas cuando escribo. Cosas que, de hecho, difícilmente me sucederían si no saliera a buscarlas. Digo esto a las 19 hs, desde hace una hora aproximadamente estoy dentro de mi carpa bajo la lluvia terminando este relato, frente a un lago que encontré junto a la ruta, a un poco más de 10 km de donde estaba cómodamente sentado. Si alguien me pregunta ahora si prefiero estar acá o en el hostel en donde estaba plácidamente hace unas horas, la respuesta es obvia. Por si queda alguna duda, definitivamente prefiero estar acá!

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