16.11.10 - DE THE DIVIDE A MILFORD SOUND – A DESTINO DE LA FORMA MENOS ESPERADA

Me despierto algunas veces durante la noche, no estoy en la posición más cómoda: el banco en donde estoy durmiendo no tiene más de 75cm de ancho, hace frío, sopla bastante viento y se escucha el sonido constante de la lluvia, no obstante logro dormir hasta las 6.15. Me levanto y advierto que lejos de haber mejorado, el clima está cada vez peor: soplan ráfagas de viento temibles y llueve sin parar, además las nubes están a la altura de la ruta. Aparece Pierre, el francés, y nos sentamos a desayunar, luego se nos suma su novia Tania. Pienso en qué hacer. Hace mucho frío y llueve. La ruta es angosta, empinada, muy transitada. Tengo el freno trasero desactivado. Evidentemente y en contra de lo que esperaba, las condiciones se han vuelto sumamente desfavorables para hacer el último tramo pedaleando. Y por encima de cualquier recorrido, viaje o aventura está mi seguridad. Por ende aún cuando me muerdo de ganas de mandarme de nuevo a la ruta a pedalear, decido ser nuevamente paciente y esperar a ver si al menos para un poco de llover, pese a que hay pronóstico de lluvias intensas para los 3 siguientes días. Son aproximadamente las 8.30 cuando Pierre y Tania se van del refugio y ofrecen llevarme en el auto hasta Milford Sound. Ellos viajan habitualmente a dedo y saben lo que se siente estar varados y desamparados. Al igual que no me costó mucho decidirme a venir pedaleando hasta Milford Sound aún cuando todos los pronósticos lo desaconsejaban, tampoco me costó asumir lo irremediable de las circunstancias y aceptar subirme al auto para hacer los 35 kilómetros que me quedaban. Antes de arrancar este viaje tuve claro que esto no es ninguna prueba de resistencia. No son ni más ni menos que mis vacaciones, las cuales decidí hacer en bicicleta. Cuando en otras ocasiones me ofrecieron llevarme pero tuve alternativas para seguir pedaleando dije que no, sin embargo ahora decido dejar de lado mi orgullo, aún cuando se trata del tramo final.
Desarmamos entonces la bici, sacamos las dos ruedas y logramos meter todo en el habitáculo del auto, yo incluido, y así arrancamos para Milford Sound. Creo que hubiera sido una locura pedalear, llueve muchísimo, hay ráfagas de viento que sacuden hasta el auto, además la ruta es sumamente empinada, con curvas cerradas, transitada por autos y colectivos, y está empapada. Pese a la lluvia y la niebla lo poco que se puede ver del paisaje es increíble, a ambos lados de la ruta nacen montañas sumamente empinadas y de gran altura, y la gran lluvia que cae forma cientas -literalmente- de cascadas que caen desde las piedras, algunas al vacío, realmente increíble. Pasamos un túnel de 1.200m absolutamente oscuro, y luego la ruta empieza a bajar ininterrumpidamente en una pendiente aún más pronunciada que las anteriores.
Luego de unos 20 kilómetros de bajada continua, llegamos finalmente a Milford Sound, en donde es poco -o casi nada- lo que se puede ver del paisaje, la lluvia sigue siendo torrencial. Nos vamos todos al único hostel que hay en el lugar, esperando que mañana el clima mejore un poco.
Concluye así esta etapa del viaje en bicicleta, el cual seguirá hasta Nelson de vuelta aunque probablemente no en bicicleta sino en bus.








Ha sido un viaje plagado de experiencias, anécdotas, sacrificios, enseñanzas y -vale la pena decirlo- kilómetros recorridos. Cumplo sobradamente todas las expectativas que tenía al empezar mi viaje. Miro hacia atrás nuevamente y me parece mentira haber llegado y cumplido semejante proeza! Es momento ahora de seguir pedaleando el camino de la vida, con todos sus obstáculos, subidas, bajadas, y “vientos en contra”. Esperando, eso sí, que muy pronto me encuentre nuevamente sobre la bicicleta!

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