15.11.10 - DE TE ANAU A THE DIVIDE – CASI A DESTINO








Arranco el día bien temprano, a las 6.30 me estoy levantando, duchándome y desayunando frugalmente para enfrentar el día que me espera. Al contrario de ayer el cielo está nublado, pero por suerte no llueve. Termino de armar mi equipaje y a las 7.30 ya estoy en la ruta pedaleando. Al principio y por los primeros 20 kilómetros no puedo dejar de prestar atención a la rueda trasera y los rayos, me resulta imposible pensar en otra cosa. No obstante hago una primera hora bastante buena, completo unos 20 kilómetros pese a que hay subidas y bajadas constantes de mediana dificultad. Logro despejarme un poco y disfrutar de la vista que es increíble, la ruta va bordeando el lago Te Anau y detrás de éste lo custodian montañas nevadas. Sigo pedaleando a muy buen ritmo, hace mucho frío, el sol amaga a salir un par de veces pero se esconde definitivamente cuando las nubes cierran el cielo amenazadoramente. No obstante, casi sin darme cuenta llego a las 11.30 a Knob Flats, haciendo 60 kilómetros en 4 horas. No me siento ni siquiera cansado, así que paro por sólo unos minutos, como frutas secas, recargo agua y continúo camino así no pierdo ritmo. Cuando todo venía demasiado bien para ser real, se empieza a largar a llover, muy tímidamente. También empieza a soplar algo de viento en contra, no tan fuerte pero suficiente como para hacer el avance más complicado. Por suerte la ruta se mete durante varios kilómetros en medio de un bosque frondoso, las copas de los árboles cubren la ruta como un techo, así que a resguardo del viento y la lluvia sigo avanzando a buen ritmo. Llego a Lake Gunn, un lago hermoso en donde me detengo a pensar si acampar ahí o seguir pedaleando hasta que aguante. Decido seguir, se larga a llover definitivamente, esta vez sin timidez el agua cae con toda fuerza, y ya sin el resguardo de la copa de los árboles me empapo completamente, muerto de frío. Luego de algunos kilómetros bajo la lluvia y el frío llego a The Divide, que es sólo un refugio al costado de la ruta con baños y asientos donde paran los buses, y a la vez punto de partida para varios senderos de montaña. Agradezco la suerte de encontrar un lugar seco para refugiarme, rápidamente me cambio la ropa que está empapada, me pongo la única ropa seca que me queda, almuerzo ahí mismo unos “pies” y una sopa como para calentar el cuerpo. Pese al cambio de ropa y la comida no logro calentarme, hace realmente mucho frío y sopla mucho viento por todos lados. Me da mucha bronca porque son recién las 13.30, hasta aquí llevo recorridos en lo que va del día 86 kilómetros sin ninguna dificultad, y sólo me quedan 35 kilómetros para Milford Sound, de los cuales 25 son en bajada. Estoy ahí nomás y no puedo seguir! Sin embargo no para de llover, hace mucho frío, y la única ropa que me queda seca es la que llevo puesta. Pasan una, dos, tres y cuatro horas, pero todo sigue igual, la lluvia hasta parece empeorar, y yo varado ahí sin poder moverme. Llega al refugio una empleada del DOC (Department Of Conservation) a limpiar los baños, y adivinando mis intenciones me advierte que no está permitido pasar la noche ni acampar ahí en el refugio, me dice que si quiero acampar tengo que volver al camping de Lake Gunn, que está 5 kilómetros más atrás. Empieza a oscurecer y lo que menos se me ocurre es volver a ponerme la ropa húmeda y salir a pedalear, menos todavía volverme 5 kilómetros para atrás. Pese a la advertencia, decido pasar la noche ahí en el refugio, me pregunto para qué diablos existe ese refugio en el medio de la ruta si no es para resguardarse del frío y la lluvia. Llegan al refugio un francés y una alemana, ya nos habíamos cruzado en Franz Josef Glacier así que nos reconocemos y charlamos un rato. Están viajando a dedo por toda Nueva Zelanda hace dos meses, sólo que esta vez y como para relajarse un poco alquilaron un auto. Hoy hicieron una caminata, están igual de mojados que yo así que también van a pasar la noche ahí en estacionamiento del refugio, adentro de su auto. Nos quedamos charlando ya de noche, cada uno prepara su cena, ellos luego me convidan con té y yo hago lo propio con unas galletas dulces. Nos vamos a dormir, ellos a su auto y yo a uno de los bancos del refugio, me meto en la bolsa de dormir, hace mucho frío y sopla viento pero por suerte y aunque parezca raro encuentro confort acostado -nuevamente- sobre un banco de madera. Leo algunos minutos con mi linterna frontal y me duermo plácidamente, luego del día en que por las circunstancias climáticas “casi” llego a destino, esperando que mañana al menos no llueva y así pueda llegar pedaleando a Milford Sound.

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