11.11.10 - DE WANAKA A QUEENSTOWN – LA TORTURA QUE AL FINAL NO FUE










Arranco el día temprano a las 7, descansé muy bien sumado a que llevo tres días sin pedalear, así que dispongo de toda la energía para arrancar. Preparo mi desayuno, armo mi equipo sobre la bici y a las 8.15 estoy nuevamente pedaleando en la ruta. Al principio un poco nervioso, estoy todo el tiempo pendiente al sonido de la rueda de atrás, desconfiando un poco de los rayos, pero por suerte a medida que avanzo más kilómetros me olvido del asunto. Hoy me esperan sólo 50 kilómetros, pero según lo que varios me han dicho, el paso a Queenstown vía Crown Range es durísimo. Hago una primera hora a muy buen ritmo, completando unos 25 kilómetros y llegando a Cardrona. El camino es casi todo plano así que no tengo complicaciones. Luego de descansar e hidratarme sigo unos 10 kilómetros más, esta vez con algunas subidas y bajadas, pero con un poco de viento a favor, lo cual es una especie de bendición, o golpe de suerte, depende de dónde se lo mire. En fin, sigo pedaleando por la ruta, empieza a subir cada vez más, aunque lentamente, me topo con personal haciendo obras de construcción en la ruta, charlo con quien da paso a los vehículos que circulan en uno y otro sentido, cuando le cuento hacia donde voy me dice que estoy loco de hacer semejante subida en bicicleta, y que tenga mucho cuidado porque hay varias curvas cerradas. Luego de que me den paso saludo al resto de los maquinistas que también se ríen, y es allí en donde empieza la verdadera subida. Es muy pronunciada y la subida es ininterrumpida, así que de a poco empiezo a agotarme. Sin embargo y teniendo en cuenta que tengo mucha energía, no me bajo nunca de la bicicleta, sigo pedaleando, alternando la posición sentado con la posición del “escalador”, es decir pedaleando parado. En un momento miro hacia atrás y advierto cuán alto estoy subiendo, de hecho empiezo a pasar cerca de manchones de nieve. La subida continúa, ininterrumpida, es difícil saber cuándo termina porque hay muchas curvas cerradas, voy casi a paso de hombre, tratando de mantener el aliento, los pulmones me piden aire y no hay de dónde sacarlo. Finalmente en una recta veo que el cielo se abre detrás, y con el último aliento llego exhausto a la cima y final de la subida, en donde me sorprendo con un cartel que indica que se trata del camino pavimentado más alto de todo Nueva Zelanda, 1076 metros sobre el nivel del mar. Tomo dimensión de lo alto que subí, sin embargo creo que no me costó tanto como me imaginaba porque ya iba preparado para el desafío. De hecho creo que sufrí mucho más otras subidas, que me sorprendieron cansado y sin saber cuándo terminaban. En fin, la vista panorámica desde allí es buenísima, de lejos se ve Queenstown, mi destino del día de hoy, así que luego de sacar muchas fotos empiezo a bajar por la ruta que es muy empinada, muchísimo más que la subida, curvas muy cerradas, la bicicleta agarra gran velocidad, tengo que apretar constantemente los frenos sino en cualquier curva me voy del camino. Sigo bajando, paro en algunos miradores a sacar más fotos, todas las vistas son increíbles así que quisiera parar a cada rato, pero continúo por la ruta a buena velocidad, sin pedalear, y disfrutando el paisaje como pocas veces en el viaje. Bajo más de 10 kilómetros, luego el camino vuelve a ser plano así que en pocos minutos llego a Queenstown. La ciudad es realmente hermosa, rodeada de montañas y junto al lago, sumamente ordenada y prolija, muchos restaurantes y bares, en fin preciosa, por algo es uno de los lugares turísticos más importantes de Nueva Zelanda. Apenas llego me como un super gigante Big Mac, busco un hostel en el cual me baño, lavo algo de ropa y luego me voy a recorrer un poco la ciudad caminando. Recorro el centro, luego subo a un cerro por un teleférico, desde donde se ve una vista panorámica impresionante de la ciudad y todo el paisaje de montañas y lagos que la rodea. Me quedo ahí relajado más de una hora, luego me contacto con Johnny, un ex compañero de trabajo que conocí en la isla norte en verano y que vive allí, así que nos juntamos a tomar una cerveza en un bar irlandés junto al lago. Luego en la calle me encuentro -por tercera vez en lo que va del viaje- con mis amigas de Nelson que había visto en Greymouth, así que quedamos en hacer algo a la noche. Vuelvo al hostel a descansar, empiezo un nuevo libro, me gana el sueño y a eso de las 10 de la noche me quedo dormido, así que cancelo los planes de salida y me voy a descansar luego de un día de actividad a pleno, y de haber enfrentado la subida tortuosa, que nunca fue.

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