06.11 - FRANZ JOSEF GLACIER - MERECIDO DESCANSO





Las circunstancias de ayer me hicieron decidir tomar este sexto día de viaje para descansar y reponer fuerzas. Arranco entonces el día muy relajado, pasé la noche en una cama nuevamente así que he descansado muy bien. Desayuno esta vez sin apuro y sabiendo que hoy no tengo que pedalear, pongo a secar la carpa y mi ropa que aún están mojados de ayer. Junto mi Ipod, cámara de fotos y salgo caminando hacia el glaciar Franz Josef. Caprichos de la vida, tenemos en Argentina uno de los glaciares más impresionantes del mundo y vengo a ver uno por primera vez acá en Nueva Zelanda. En fin, arranco así la caminata que bordea un río de deshielo, el entorno es realmente imponente, se ven el Mount Cook y Mount Tasman, ambos con mucha nieve. Camino unos 4 kilómetros y llego a un estacionamiento desde donde camino durante una hora más para llegar al pie del glaciar, todo por un camino de piedras, y yo que no tuve mejor idea que venir en ojotas. De a poco se empieza a divisar el glaciar, es imponente y cuando el sol lo ilumina se vuelve en algunas partes de un color azul intenso. Conozco en el camino a una francesa con la cual compartimos un rato caminando y charlando hasta que llegamos al glaciar. Una vez llegado saco fotos, hace bastante frío, sobre todo en mis pies descalzos, igual pienso que no es nada en comparación al frío que me tocó sufrir ayer. En ese mismo lugar charlo también con un neocelandés de unos 60 años que también viajó por el mundo, celebra mi viaje y me incentiva a seguir haciéndolo, me dice “escapate del sistema y viaja mientras puedas”, que “para casarse hay tiempo” y que él “ya cometió el mismo error dos veces”. En fin, luego de un rato contemplando el glaciar emprendo la vuelta, llego caminando al hostel, supuestamente era mi día de descanso pero a fin de cuentas me caminé más de diez kilómetros. Una vez en el hostel como unos panchos y me dedico al más puro “ocio”. Veo una película, chequeo mails, leo mi libro, etc. hasta que llega la hora de la cena, en donde me preparo una abundante comida. En eso aparece un israelí con una guitarra, charlamos un rato y le pido tocar un rato su guitarra, hace varios días que no toco. Más que pedirle la guitarra se la confisco, una vez que empiezo a tocar me cuesta parar, así que nos quedamos varias horas charlando, tomando unas cervezas y tocando la guitarra, todo esto hasta que se hace medianoche y mi cuerpo me pide dormir, cosa que hago cerrando así un día de descanso, relajado y sin pedalear por primera vez en lo que va del viaje.

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