08.11 - DE LAKE PARINGA A HAAST – UN DÍA DE FURIA









Empiezo el día no tan temprano, según mis cálculos hoy sólo tengo que hacer unos 50 kilómetros que me separan de Haast, así que mis planes son dormir un poco más, relajarme y disfrutar de la mañana. Sin embargo desde temprano el día pinta para ser complicado. Me despierta el sonido incesante de puertas corredizas de vans de turistas que se abren y cierran muy cerca de mi carpa. Al principio trato de no prestarle atención y seguir durmiendo pero se repiten tanto que terminan por despertarme y fastidiarme. Me despierto entonces y me quedo leyendo mi libro dentro de la carpa. El día afuera se ve lindo, mucho sol, alguna que otra nube. Me levanto, salgo de la carpa para desayunar y me ataca nuevamente una nube de sandflies, trato de tener paciencia pero sinceramente no me dejan desayunar en paz! El lago es hermoso, pero no puedo disfrutarlo porque estoy siendo literalmente atacado por una nube de insectos. Finalmente y harto del acoso junto mis cosas y a las 13 estoy saliendo a pedalear nuevamente. Apenas empiezo a pedalear siento el mismo dolor de rodillas de ayer, sólo que hoy es más fuerte y no se va con los minutos, por momentos pienso en parar porque es realmente doloroso. Sigo andando en esas condiciones, y sumado a todo esto siento que se rompe otro de los rayos de la rueda de atrás. Empiezo a preocuparme, ya perdí un rayo el viernes y ahora otro, parece que la rueda trasera no está preparada para soportar todo mi peso y el del equipaje que llevo. La rueda empieza a deformarse un poco, no obstante puedo seguir andando sin demasiadas complicaciones. Sigo pedaleando por una hora, el dolor de rodillas no afloja, sin embargo llego a Lake Moeraki, muy pintoresco, y como no me queda mucha agua para tomar decido pedir un poco en un “Lodge” que está en la ruta junto al lago. Llego a la recepción del complejo y no hay nadie, espero por unos minutos y sigue sin aparecer nadie, parece un lugar fantasma, así que empiezo a caminar por las instalaciones y me sirvo agua directamente de la canilla de la lavandería; cuando estoy saliendo de ahí me agarra un recepcionista y me trata como si fuera un ladron! Que porqué me metí sin preguntar, que estas no son instalaciones públicas, etc, etc, a lo cual le respondo que estuve esperando diez minutos que me atendieran y sólo necesitaba un poco de agua, le agradezco -irónicamente- por su hospitalidad y sin más me retiro del lugar. A esta altura por todos los sucesos acontecidos en lo que va del día mi humor es pésimo. Continúo entonces la marcha y empieza a soplar viento en contra, bastante intenso, lo cual no hace sino agravar aún más mi mal humor. A todo eso le sigue una subida terrible, más de dos kilómetros de pendiente ininterrumpida, así que completo mi fastidio, me cuesta encontrar un pensamiento para despejarme, pero por suerte recuerdo las 7 horas pedaleando bajo la lluvia y el frío del pasado viernes, así que concluyo que a pesar de todo la situación podría ser mucho peor. Sigo pedaleando en subida y llego así a Knights Point Lookout, con el corazón en la boca y las piernas agotadas. El lugar es increíble, un mirador sobre un risco junto al mar, con vista impresionante hacia ambos lados, el agua del mar oscila entre el azul, verde y turquesa, y para completarlo el cielo está absolutamente despejado. Así que logro relajarme un poco en el lugar, tratando de cargar un poco de energías positivas que me ayuden a cambiar el humor del día. Se me acerca una pareja de estadounidenses, me ofrecen amablemente un poco de agua a lo cual les digo que sí, y mientras me llenan el bidón nos ponemos a charlar, tienen unos 60 años y están de vacaciones, les cuento mi viaje y mi historia, son muy simpáticos así que la charla me pone de muy buen humor. Nos despedimos, vuelvo a mi lugar de descanso en el mirador, se me acerca también una pareja de españoles, charlo también un rato con ellos. Se hacen las 4 de la tarde así que retomo la marcha, pero apenas empiezo a pedalear la ruta sigue subiendo aún más, así que instantáneamente me invade de nuevo el mal humor, la subida es realmente empinada, así que por primera vez me encuentro perdiendo la paciencia y gritando a viva voz, “putamadre porqueee montaña y subida si estoy al lado del marrrrr porqueeeee”, sigo gritando e insultando a los cuatro vientos para descargar mi enojo, y empiezo a notar que la rueda de atrás está cada vez más deformada, ahora la llanta está tocando el taco de los frenos así que me está frenando! Tengo que parar y liberar el mecanismo del freno trasero para poder seguir. Por suerte y para mi fortuna la subida concluye y empiezo a bajar, pero trato de tener cuidado porque tengo un sólo freno, el delantero. Llego así a Shep Creek Point, un lugar increíble, troncos sobre la arena blanca de la playa repartidos al azar, mar azul intenso, pero hoy mi humor es pésimo así que no puedo disfrutar como debería. Conozco ahí a otra pareja de españoles, muy simpáticos también, nos quedamos charlando un rato en la playa, les cuento el día nefasto que estoy teniendo, pareciera como si hoy alguien me mandara a gente simpática para tranquilizarme un poco. Nos despedimos y yo sigo camino para completar los 20 kilómetros que me quedan. Al poco de salir veo que se me ponen al lado en la ruta y ofrecen llevarme en la van. Por segunda vez tengo que decir que no, a veces pienso que es un orgullo un poco estúpido, pero en fin, decido seguir pedaleando mientras tenga las condiciones para hacerlo, después de todo hoy sólo hice 40 kilómetros y hay pleno sol. Sigo entonces por la ruta que a esta altura es plana, el paisaje es realmente imponente, a mi izquierda los alpes con algunas manchas de nieve, bosques, y a mi derecha la playa y el mar azul. Llego finalmente a Haast, paso por un puente larguísimo por encima del Haast River, de un azul intenso, con los alpes de fondo, hermoso. Decido hacer una “autofoto” en el puente, apoyo la cámara en el cordón, la voltea el viento y cuando voy a levantarla la pantalla está toda borrosa y dice “lens error”, es decir, si algo me faltaba hoy, rompí la cámara digital. En ese momento me inundan las ganas de mandar todo al quinto demonio, no me pueden haber pasado todas estas cosas juntas en un mismo día. Por suerte no sé de qué manera la cámara resucita, me subo de nuevo en la bici y llego así al pueblo de Haast, muy pequeño pero bonito, con los alpes de fondo. Nuevamente y por las penurias sufridas decido recompensarme y dormir en un hostel, lo cual se me está haciendo costumbre. Me encuentro hoy con la disyuntiva de seguir mañana pedaleando con la bici en el estado en que está hasta Wanaka, unos 160 km bastante duros, o hacer ese tramo en bus con la bicicleta, porque acá en Haast no hay ningún negocio de reparación de bicicletas ni nada que se le parezca. Sigo pensando sin saber qué hacer, y voy a consultarlo con la almohada esta noche, con lo cual cierro este relato de un día más que complicado, siendo las 21 hs.

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